jueves, 19 de noviembre de 2015

¿Danzar o Morir? Una pregunta hecha con el cuerpo


“El cuerpo es un cadáver que intenta desesperadamente tenerse en pie a riesgo de su vida”,
Tatsumi Hijikata

El pasado 9 de agosto, en el Antiguo Colegio del Arzobispado, fuimos testigos presenciales, y por qué no, también oferentes, de una ofrenda escénica de Jhú Art-Lab, presentada por La Gracia Producciones, para la Semana Por La Paz México-Japón en el 70 aniversario de la caída de las bombas de Hiroshima y Nagasaki.

Fotografía cortesía de 
Thito (Fernando Gutiérrez)

Las bombas que se han arrojado en el mundo son incontables, como las lágrimas que provocan, barrerlas se hace imposible e invisible en el primer acto, cuando Macuilxóchitl Ponce, cantante de la compañía, hace acto de presencia en el escenario, con una voz de timbre dulce y acompasada, pretende barrer con una pluma blanca, en estado de completa abstracción. Nos percatamos entonces del árbol de angulosas ramas rodeado de devastación representada por telas ajadas. En escena me parecen rastros de carne que ha sido arrojada tras el estallido de un cuerpo.

Cuando nos ha hipnotizado el canto a capella, las luces ámbar y un entorno caótico y sombrío, creado por Miguel Sánchez Lagrieta, el creador de escenografía, iluminación y  accesorios, nos percatamos con sorpresa que otros oferentes han volteado la cabeza contra el escenario. La silueta del butohka FerZam, quien además es director de escena, aparece mórbida al fondo del patio. Su caminar lento mueve con pesadumbre los hilachos de un feroz tocado ataviado de alambre de púas y clavos. Su obscura apariencia es la del soldado agonizante que carga el estandarte ajado de la muerte sin victoria.

Una vez que el butohka ha subido al escenario, la ofrenda nos conmueve, desgarra, estrangula y abofetea, tras oleadas de cantos en primer plano y percusiones que, aunque dulces, se entonan en armonía sombría como los panoramas ámbar, azules y rojos que acompañan de manera exacta las emociones que chocan contra nosotros y son absorbidas por el blanco maquillaje que cubre el cuerpo del butohka y acentúan los gestos articulados por sus estados mentales.

En completa armonía los elementos nos hacen testigos de la catástrofe nuclear, la desesperación en respiros acompasados, una tormenta que arranca la piel, el dolor que nos hace arrastrarnos y gemir, el resurgimiento de la vida a través de la rosa de Hiroshima que es desgarrada ante la devastación de los sentidos, la muerte que vacía los cuerpos en giros de plegarias y llanto. Culmina en el punto de partida, sólo que ahora ya no se barre la intención, sino la sal que como lágrimas, cae de los cuerpos, costales vaciados en un remolino de emociones.

Con el término Ofrenda Escénica, Jhú Art-Lab nos ofrece, con su profesionalismo, experiencia y talento, la repulsión que todos debiéramos experimentar ante la muerte y sufrimiento causado por la guerra, en un mundo donde la vida ha dejado de ser valiosa.