Tatsumi Hijikata
El pasado 9 de agosto, en el Antiguo Colegio del Arzobispado, fuimos testigos presenciales, y por qué no, también oferentes, de una ofrenda escénica de Jhú Art-Lab, presentada por La Gracia Producciones, para la Semana Por La Paz México-Japón en el 70 aniversario de la caída de las bombas de Hiroshima y Nagasaki.
Fotografía cortesía de
Thito (Fernando Gutiérrez)
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Cuando nos ha hipnotizado el canto a capella, las luces ámbar y un entorno caótico y sombrío, creado por Miguel Sánchez Lagrieta, el creador de escenografía, iluminación y accesorios, nos percatamos con sorpresa que otros oferentes han volteado la cabeza contra el escenario. La silueta del butohka FerZam, quien además es director de escena, aparece mórbida al fondo del patio. Su caminar lento mueve con pesadumbre los hilachos de un feroz tocado ataviado de alambre de púas y clavos. Su obscura apariencia es la del soldado agonizante que carga el estandarte ajado de la muerte sin victoria.
Una vez que el butohka ha subido al escenario, la ofrenda nos conmueve, desgarra, estrangula y abofetea, tras oleadas de cantos en primer plano y percusiones que, aunque dulces, se entonan en armonía sombría como los panoramas ámbar, azules y rojos que acompañan de manera exacta las emociones que chocan contra nosotros y son absorbidas por el blanco maquillaje que cubre el cuerpo del butohka y acentúan los gestos articulados por sus estados mentales.
En completa armonía los elementos nos hacen testigos de la catástrofe nuclear, la desesperación en respiros acompasados, una tormenta que arranca la piel, el dolor que nos hace arrastrarnos y gemir, el resurgimiento de la vida a través de la rosa de Hiroshima que es desgarrada ante la devastación de los sentidos, la muerte que vacía los cuerpos en giros de plegarias y llanto. Culmina en el punto de partida, sólo que ahora ya no se barre la intención, sino la sal que como lágrimas, cae de los cuerpos, costales vaciados en un remolino de emociones.
Con el término Ofrenda Escénica, Jhú Art-Lab
nos ofrece, con su profesionalismo, experiencia y talento, la repulsión que
todos debiéramos experimentar ante la muerte y sufrimiento causado por la
guerra, en un mundo donde la vida ha dejado de ser valiosa.